jueves, 29 de marzo de 2007

Berlín y su victoria

Berlín es protagonista de la historia reciente, desgraciadamente en muchas ocasiones una historia negra. Allí estaba el cuartel general de Hitler, desde donde se maquinaron las políticas de exterminio y donde el Fhürer murió suicidándose cuando los ejércitos aliados se hicieron con la ciudad sitiada.

Los berlineses ya no están separados por un muro ni pertenecen a dos mundos enfrentados. Uno de sus símbolos, La Columna de la Victoria, es una metáfora de cómo ha sabido renacer de sus cenizas y encarar el futuro. Hoy, la capital de Alemania se ha convertido en refugio de artistas de todo el mundo, tiene un alto índice de extranjeros, muchos de ellos de habla española, su alcalde es gay y en sus calles se respira un clima de cosmopolitismo y creatividad. Después de visitar el desolador campo de concentración de Sachsenhausen, utilizado primero por los nacis y después por los comunistas y a tan sólo media hora de Berlín, reconforta volver a esta ciudad llena de vida y comer en el restaurante italiano de Alexander Platz rodeada de guapo/as camarero/as de otros países.

Berlín se ha asomado a las pantallas del cine en varias ocasiones; hay que destacar la genial Uno, dos, tres (1961) de Billy Wilder, en la que el director de la multinacional americana Coca-Cola destinado en Berlín Oeste ve como la hija de su jefe, a quien se le ha ordenado cuidar, se enamora de un joven comunista del otro lado del muro.

Más contenida y reflexiva, El cielo sobre Berlín (1987) del alemán Wim Wenders nos habla de ángeles que sobrevuelan la ciudad, entran en las casas, en el metro y quieren ser mortales para amar a una mujer.

En las más recientes Good Bye Lennin (2003) y La vida de los otros (2006), ésta última con Óscar incluido, se mira con nostalgia el régimen que se acaba y se destapan las prácticas de espionaje de la Alemania Oriental.