lunes, 2 de abril de 2007

De motos y romanos

Descubrí Roma desde el número 15 de la Via della Croce. Un bonito apartamento sin ascensor en el último piso de un viejo edificio, antes palacio del XVII, al que costó subir a pie el maletón del viaje. Ahora, pensando en ella para este blog, me he dado cuenta de que Roma y el cine están unidos por una moto. Esta maravillosa ciudad cargada de arte e historia se muestra a menudo en la gran pantalla de la mano de pequeñas vespas que recorren veloces sus calles adoquinadas.
El mejor ejemplo Vacaciones en Roma (1953), donde la pareja formada por Gregory Peck y Audrey Hepbrun paseándose por los monumentos romanos convirtieron a la joven actriz holandesa en estrella mundial.
También Nanni Moretti en Caro Diario (1993) recrea la vida cotidiana de una calurosa Roma en el mes de agosto montado en su vespa, y Manuale d’Amore (2005) de Giovanni Veronesse reflexiona sobre las diferentes trayectorias del amor a través de cuatro historias independientes; en una de ellas un joven y su vespa persiguen a la chica de sus sueños por plazas y avenidas.

Lo que más me impactó cuando la visité, los restos del foro y su imponente Coliseo, del que desgraciadamente no se conserva ni la mitad de lo que fue. Cuando volví a Valencia me fui corriendo al vídeo-club para alquilar Gladiator (2000). Quería verlo en todo su esplendor, revestido de mármoles blancos y con el velarium desplegado para dar sombra al público. La película de Ridley Scott, al que los entendidos acusan de poco rigor histórico, no me defraudó. La reconstrucción del anfiteatro y la música del alemán Zimmer interpretada por la sugerente voz de Lisa Gerrad consiguieron ponerme los pelos de punta. Confieso que lloré viendo a Maximus luchar, en sentido literal y figurado, por lo que creía justo, a pesar de que la envidia y los complejos del emperador Cómodo le habían arrebatado lo que más quería.